Saber dos idiomas solo aporta ventajas. Abre las posibilidades de interactuar con más personas al viajar o conocer gente de otros países, amplía las oportunidades de encontrar o cambiar de trabajo y permite disfrutar de más cosas en nuestra vida diaria, como leer a un autor en su lengua o entender la letra de una canción.
Pero ¿sabías que también ofrece una serie de beneficios cognitivos y físicos en nuestra salud mental?
La plasticidad del cerebro
Durante mucho tiempo se creyó que nuestro cerebro era un elemento rígido que se formaba durante los primeros años de vida y luego permanecía inamovible hasta que iba perdiendo capacidad y llegaba la muerte.
Con el paso del tiempo, las investigaciones han comprobado que el cerebro se va modificando a lo largo de nuestra vida conforme a las actividades que le procuramos y a las experiencias que vivimos. José Manuel Palomino, director del Máster Universitario en Enseñanza de Inglés como Lengua Extranjera lo explica así: “El aprendizaje se presenta como una de las principales actividades que contribuye a modificar nuestra estructura cerebral, ya que cuando aprendemos nuestro cerebro reorganiza nuestros recuerdos, reforzándolos o eliminándolos en función de la importancia que tengan para nuestra supervivencia y para nuestro día a día; y es que, sin la plasticidad cerebral no seríamos capaces de cambiar conocimientos previos, establecer hábitos ni aprender cosas nuevas”.
Esta capacidad de adaptación que tiene le permite crear redes neuronales para recordar y procesar las emociones, así como configurar mecanismos para realizar tareas distintas. Es así como puede adecuarse para albergar la información que implica aprender un nuevo idioma.
La mayor etapa de plasticidad que presenta es durante la niñez. Los cerebros infantiles tienen una mayor adaptabilidad y, por lo tanto, una mayor facultad para almacenar la información de aprendizaje de un lenguaje y emplearla. Sin embargo, a medida que envejecemos nos cuesta más la adquisición de un idioma.
Se ha comprobado que al aprender una segunda lengua en la niñez, esta información se aloja en el mismo sector de la cabeza que el idioma materno, es decir, en el hemisferio izquierdo. En cambio, cuando lo hacemos de adultos, los nuevos datos se alojan en otra región, lo que delata que la estructura necesaria para el aprendizaje de un idioma no es fija.
Las ventajas y los beneficios de aprender un idioma
En este sentido, tanto si se aprende desde niño como si se estudia una lengua siendo adulto, los estudios han demostrado los cambios beneficiosos que el proceso genera en el cerebro:
Los cerebros bilingües generan más sustancia gris, el componente del cerebro que influye de manera determinante en el proceso de la información, y que trabaja en conjunto con la materia blanca.
De la misma manera, la materia blanca se conserva mejor en la vejez cuando se hablan dos idiomas por la acción de la mielina, el componente que asegura la transmisión de información entre las neuronas que, en el caso de estos cerebros bilingües, realiza mejor su función.
Todo esto hace que las personas que pueden hablar dos o más idiomas tengan una serie de ventajas al estudiar y al desempeñarse en su vida cotidiana:
El manejo de dos idiomas mejora las capacidades cognitivas de los alumnos.
Incrementa su atención y la capacidad de ejecutar tareas eficientemente.
Retarda la aparición de la demencia en la vejez al retrasar el deterioro cognitivo.
Potencia la memoria.
Facilita la ejecución de tareas diversas al miso tiempo.
Las personas bilingües que han sufrido un ictus recuperan sus capacidades cognitivas de una forma más rápida.
Saber como mínimo un idioma, además del materno, resulta imprescindible hoy en día para una evolución profesional, aunque lo más importante son las ventajas que ofrece en materia de salud.
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