Veamos el vínculo entre el estrés y el estado del corazón, y hasta qué punto produce riesgos.
En el colectivo popular está muy bien asentada la típica imagen de alguien quien, extremadamente estresado, acaba sufriendo todo tipo de condiciones médicas, como la caída de pelo, problemas gastrointestinales y, también, un infarto.
Aunque la relación entre situaciones estresantes y problemas de corazón siempre ha sido algo que se ha dado por supuesto, no ha sido hasta hace relativamente poco que se ha incorporado el estrés como factor de riesgo para sufrir patologías cardíacas.
En este artículo veremos cómo afecta el estrés al corazón, explicando la importancia de las fases de evolución de una respuesta estresante además de comentar algunas estrategias para conseguir un corazón más sano.
¿Cómo afecta el estrés al corazón?
El estrés es una emoción que está presente en todo el mundo en algún momento de sus vidas. Como cualquier emoción, ésta implica una serie de consecuencias dependiendo de su grado de aparición, intensidad y tipo.
Una de las definiciones de estrés más populares es la de que se trata de una reacción de lucha o huida ante una situación amenazante, si bien, ésta no es del todo correcta. Hoy en día, entendemos como estrés a aquella respuesta fisiológica, psicológica y conductual que lleva a cabo un sujeto para ajustarse y adaptarse a presiones, tanto internas como externas, a las que se ha visto sometido.
Estas presiones pueden ser realmente amenazantes e implicar una respuesta negativa tanto en la mente como en el cuerpo del individuo (distrés). Sin embargo, también puede aparecer el estrés en un contexto beneficioso para la salud, como es la realización de un deporte de alta intensidad (eustrés).
Como ya se ha comentado, el estrés implica una respuesta fisiológica, la cual puede observarse viendo los cambios hormonales que presenta el individuo. El organismo se pone en guardia y se prepara para hacer frente a una situación que debe superar para garantizar su supervivencia. Se dan toda una serie de cambios a nivel circulatorio. Se elevan los niveles de glucosa, hematíes, leucocitos y plaquetas en el torrente sanguíneo.
El cuerpo centra sus energías en el cerebro, el corazón y los músculos, en detrimento del resto de órganos. Se incrementa la frecuencia cardíaca, los músculos se contraen incrementando por un breve período de tiempo la fuerza del individuo, la respiración se acelera, se dilatan los vasos coronarios y también los músculos esqueléticos mientras que los vasos relacionados con el sistema digestivo se contraen. La vejiga se relaja, se contrae el recto, las pupilas de dilatan y el cuerpo empieza a sudar.
Enfermedades cardiovasculares
Aunque ya desde tiempos inmemoriales se había relacionado el estrés con presentar problemas de corazón, no ha sido hasta hace relativamente poco que se ha incluido el estrés como un factor potenciador de las enfermedades cardiovasculares. La cardiopsicología es la rama de las ciencias de la salud que se encarga de definir la relación entre los factores psicosociales con la aparición y rehabilitación de las enfermedades del corazón.
Las personas que son más susceptibles a presentar esta emoción con más frecuencia son también más propensos a manifestar problemas cardiovasculares, como son la isquemia cerebral o ictus, angina de pecho e infarto.
La tensión arterial se dispara y se producen arritmias malignas. Hay más riesgo de que se den trombos, dado que aumentan las plaquetas en sangre y se da una mayor coagulación. A su vez, la eficacia insulínica disminuye y también descienden los niveles de lipoproteínas de baja densidad, lo que popularmente es conocido como colesterol bueno. La sangre se vuelve más espesa y las arterias pierden elasticidad, acumulándose sustancias nocivas en sus paredes y dificultando el paso de la sangre.
El sistema nervioso simpático, si se mantiene activo durante mucho tiempo, empieza a trabajar de forma ineficiente. Esto hace que se produzcan problemas de conducción eléctrica hacia el corazón, contribuyendo a que este lata de forma irregular (arritmia). En los casos más graves, la arritmia puede transformarse en la parada súbita de corazón, lo cual causaría la muerte del individuo.
Importancia de las fases del estrés
Como ya se comentaba, no todo el estrés es malo. Al contrario, se trata de una respuesta que garantiza la supervivencia del individuo si esta se da en la situación adecuada y a unos niveles que suponen un alto funcionamiento para el individuo.
El problema viene cuando el organismo manifiesta esta respuesta por demasiado tiempo o con una intensidad demasiado alta ante una amenaza que, quizás, no es para tanto.
Es por ello que, para entender un poco más a fondo la diferencia entre el estrés sano y el distrés presentamos las fases de este proceso, relacionándolas con la salud cardiovascular.
1. Primera fase: alarma
La alarma se trata de la primera fase que se da como respuesta ante un evento estresante. Es aquí en la que el individuo decide optar por una de las siguientes dos estrategias: luchar o huir.
Esta fase implica un elevado consumo de energía y es clave para que el individuo logre adaptarse a la nueva situación.
Si se supera la fase de alarma adecuadamente, se pasa automáticamente a la fase de recuperación, inhibiendo el sistema nervioso simpático y predominando el parasimpático, el cual restaura el equilibrio previo a la aparición del estímulo estresante.
2. Segunda fase: resistencia
En caso de que no se haya logrado superar la primera fase satisfactoriamente ni se haya dado la recuperación, se entra en la fase de resistencia.
El individuo sigue estando activo y centra sus fuerzas para hacer frente a la situación amenazante, lo cual hace que se vayan agotando progresivamente las reservas energéticas. Por otro lado, el sistema neuroendocrino está sometido a una intensa actividad, haciendo que acabe volviéndose ineficaz hasta llegar al fallo.
Los motivos por los que el estrés se manifiesta de forma ineficaz pueden estar relacionados con el estar expuesto a un agente estresante agudo muy intenso o crónico.
También puede deberse al propio individuo, quien presenta un trastorno de la personalidad, no dispone de recursos eficientes para enfrentarse ante el estrés o tiene una enfermedad orgánica que influye sobre el sistema neuroendocrino.
3. Tercera fase: agotamiento
Llegados a este punto, en el que el organismo ha estado sometido a mucha presión, el estrés se convierte en un problema de salud, contribuyendo en la aparición de patología tanto física como psicológica.
¿Cómo prevenir los efectos del estrés sobre el corazón?
Uno de los factores fundamentales para tener una buena calidad de vida es el presentar unos bajos niveles de estrés, además de disponer de los recursos necesarios para saber hacer frente de forma saludable a las situaciones que implican algún cambio o son amenazantes. A continuación se pueden ver algunas estrategias que contribuyen a disminuir los efectos nocivos del estrés sobre la salud cardiovascular.
1. Ejercicio físico
Las personas sedentarias son más propensas a sufrir problemas del corazón. Esto no es únicamente debido a que el no realizar ejercicio de forma frecuente implica problemas de salud ya de por sí, sino que además las personas que no realizan actividad física con frecuencia tienden a sentirse más malhumoradas e irascibles.
Así pues, su riesgo cardiovascular es doble, dado que pueden desarrollar condiciones médicas como la obesidad, hipertensión arterial o hipercolesterolemia, implicando una mayor presión sobre el corazón.
Lo recomendable es la realización de ejercicios en los que estén implicados amplios grupos musculares durante largos períodos de tiempo, como lo son la natación, el ciclismo o el aeróbic.
2. Alimentación
Otra clave fundamental para disponer de una buena salud cardiovascular es controlar lo que se come.
Una dieta equilibrada con cantidades apropiadas de carbohidratos, grasas saludables, proteínas, oligoelementos y vitaminas, fomenta el correcto funcionamiento del sistema cardiovascular, además de disponer una buena estabilidad emocional.
Las grasas y los azúcares pueden contribuir a estar de mal humor, y por lo tanto tender a estar estresado. Los alimentos que contengan estos nutrientes se deben consumir con moderación. También debe reducirse el consumo de bebidas con cafeína, especialmente refrescos de cola y café, además de bebidas alcohólicas y tabaco, dado que sus componentes potencian la aparición del estrés.
Cabe decir que no todas las bebidas con cafeína son potencialmente estresantes, dado que el té verde favorece la regulación positiva de las hormonas del estrés.
3. Dormir bien
Quien duerme mal se encuentra malhumorado al día siguiente y, claro está, es más propenso a ponerse ‘al ataque’ a la más mínima. Se debe intentar dormir por lo menos siete horas diarias, dado que el sueño contribuye a renovar las células.
No dormir puede hacer que el individuo se vea inmerso en un ciclo que se retroalimenta, dado que se estresa cada vez más y, a su vez, el estrés le causa insomnio.
4. Meditación
Técnicas como el pilates, yoga, taichí o la simple respiración controlada pueden suponer grandes beneficios en la reducción del estrés, calmando no únicamente la mente sino también el corazón.
Con este tipo de técnicas se reduce la frecuencia cardíaca, disminuyendo el riesgo de sufrir problemas de corazón como infartos o latido irregular. La presión arterial disminuye, mejoran la circulación y el sistema inmunológico.
5. Ayuda profesional
En caso de que se tengan serios problemas para controlar el estrés y ya se estén notando síntomas de posible problema cardíaco, buscar ayuda profesional nunca está de más.
El médico se asegurará de si hay riesgo o no de sufrir una cardiopatía, mientras que acudir al psicólogo contribuirá a adquirir estrategias para hacer frente de forma adecuada a las situaciones que causan el estrés.
En caso de que se manifieste un estrés demasiado alto debido a que la persona es muy irascible, es muy recomendable acudir a cursos de control de la ira.
Referencia: psicología y mente
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